jueves, 23 de septiembre de 2010

¿Dónde guardo nueve años?


Hace nueve años mis papás se divorciaron. 2001, yo tenía seis y toda la inocencia posible acumulada en un cuerpo que no entendía lo que era sufrir y que más bien lo relacionaba con algún capricho que no le concedían. Para mí eso era sufrir. Sufrir en un mundo donde todo me sonreía, donde no me faltaba nada, donde no tenía más preocupación que jugar y desarrollar mi imaginación.
Sin embargo, un día escuché el llanto de un sufrir verdadero que aún no conocía y asomándome a la puerta vi a mi mamá llorar por primera vez. Lágrimas llenas de sentimiento, que derramaban decepción, desamor y problemas. ¿Es acaso que no le compraron la Barbie que quería? creo que no era cuestión de Barbie, sino de Ken. Al verla tan mal, corrí y la abracé. Un día después, sin entender que sucedía, yo hablaba con mi padre y de pronto le comente que vi a mi mamá muy triste el día anterior. El inventó cualquier historia que se le vino a la mente, pero yo interrumpí: "Pa, ¿mi mamá te quiere mucho?" El me respondió que sí. Entonces proseguí con otra pregunta: "Entonces, ¿cuando uno quiere mucho duele? si es así no me voy a enamorar nunca". La única respuesta que recibí aquel día fue: "Lo entenderás cuando seas grande. Mejor anda a jugar hijita, tu muñequita debe extrañarte mucho".

Querido Padre, he crecido. Ya sufrí una pena que va más allá de un capricho y hasta ahora no entiendo aún por qué a veces duele tanto querer, aunque no es el amor lo que duele, son los factores que lo contaminan los que crean decepción. Ahora entiendo lo que las lágrimas de mi mamá gritaban en silencio mientras recorrían el camino de su suave mejilla, pero algo que no entiendo hasta ahora es como la dejaste ir.

‘‘Las historias hermosas son así, nos prometen de lejos ser verdad. Le pedimos al tiempo que les traiga por acá y al final en un sueño suelen ser casualidad. A la vuelta del corazón volvemos a empezar.’’- Alejandro Filio.

2 comentarios:

  1. Me siento identificada, increible, sincero...mi mamá tambien lloró cuando lo leyó.
    Sigue, no pares de escribir.
    Saludos Janice

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