miércoles, 4 de enero de 2012

Cuando al final le hacen falta los puntos suspensivos.


Palabras confusas. Una seña. Varios gestos.
Un rechazo. Un corazón aún latente de tanto frío.
Y percibí en silencio el desnudar de tus versos,
Y desde entonces te pierdo en el papel cuando escribo.

Tras un suspiro eterno cayó la madrugada,
y del mismo modo tu mirada sobre la mía.
tú aterrizando, yo atrapada;
con aquel eclipse que al mirarte se producía.

Ese fue el preludio del soñar de mis ojos,
mientras tú con aves de paso emprendías tu vuelo,
y cada vez más grande el antojo
y cada vez, yo más lejos del cielo.

Mi deseo se convirtió en un derroche de masoquismo,
que ni Neruda entendería en una noche estrellada.
Pues más de mi corazón tirabas al abismo,
más deseaban mis pupilas tu mirada.

Y cuando el miedo parecía las manos desatarme,
cuando la primavera parecía existir en cada periodo.
Ahí, cuando me di cuenta, ya jugabas a ganarme,
sabiendo que en ese instante lo había perdido todo.

Fue buscando libertad, que me ofreciste una cadena,
al ponérmela, mi alma dependió de los demás.
Ayer fui un poco tuya, hoy de esta pena,
de pensar en ti cuando tú lo haces en alguien más.

¿Cómo puedo mirarte ahora y repentinamente
mentirte de varias maneras?
Tal vez mi orgullo mantiene arriba mi frente.
Desde que tú decidiste amar a cualquiera.

Fue muy tarde que aprendí que al destino
no se le debe nunca ni apostar ni vender,
que no debes cambiar tu camino,
por alguien que no crea ni en el de él.

Y así te fuiste sin un adiós, ni un hasta luego
con otra ilusión, diciendo que te había perdido.
Pero suelo preguntarme aun cuando puedo:
¿cómo puedes perder lo que nunca has tenido?

No hay comentarios:

Publicar un comentario