jueves, 15 de julio de 2010

Una carta para Magdalena

Como un viejo soñador me aferré a tu humilde recuerdo, 
como si mi mente no quisiera soltarlo, no quisiera perderlo.

Me bastaría con mirarte una vez más y pensarte tan lento, 
como cuando la luz de tus ojos detenían el tiempo. 
Mi esperanza de felicidad y amor, hiciste enmudecer,
mi alma sin pedir permiso se fugó contigo de mi ser.
Mi mirada es blanco y negro, se a olvidado del color,
mi nombre ahora es melancolía y mi apellido dolor.
Las ventanas de mi alma se cerraron con el viento,
de tus distantes palabras que hoy yo ya no siento.
Nunca llores cuando veas una carta de la persona que amas,
es lo único que aprecio desde que ya no escucho que tu llamas.
Todavía me acuerdo y a veces me pierdo en aquel día de Abril, 
que cruzamos miradas y por primera vez te vi sonreír.
No me olvidaré de ti cuando una ilusión llegue a mi vida, 
estas van de vuelta, y yo aún te espero en la ida.
Hoy me encuentro en un callejón oscuro, perdido y sin hogar, 
mi alma juega con mis sentimientos y la abulia no me quiere soltar.
No te imaginas, no calculas, no sabes cuanto te extraño, 
y con alegrías ni felicidades me he juntado este año.
Hoy logré entender lo que tus pupilas silenciosas me gritaban,
hoy que te fuiste mis razones de vivir no me levantaban.
Esa noche nunca pensamos que no nos volveríamos a ver,
esta mañana que no despertaste, que descansa en paz tu ser,
quería mi alma descoserse de mi cuerpo para encontrarte, 
y navegó en un mar de recuerdos, como un artista sin arte.
Aquella lágrima que hoy en mi mejilla derramo, 
muestra la soledad y la evidencia de que yo todavía te amo.

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